El pasado domingo concluyó un ciclo en Venezuela marcado por la confrontación entre quienes promovíamos -y promovemos- el diálogo, la paz, la reconciliación, el voto para dirimir nuestras diferencias y los cultores de la violencia.
Es cierto que el saldo a la vista, de estos últimos doce meses, es la elección del presidente de la República, gobernadores, diputados a la Asamblea Nacional, legisladores regionales, alcaldes y concejales, pero el más es que ha ganado la paz.
La paz es la gran triunfadora de este ciclo que concluye.
Con la paz se trata ahora de hacer de Venezuela, sino el mejor, uno de los mejores países del mundo.
Conquistada la paz, vayamos ahora hacia la forja de una nación de progreso y bienestar generalizado y, para tal fin, es obligante que nos empeñemos juntos. ¡Ya basta de peleas, de enfrentamientos que nada dejan!
Es la hora en que todos los venezolanos, a quienes nos duela la suerte de nuestros connacionales, demos lo mejor de cada uno para que el mañana sea el que merecemos.
Es la hora de esforzarnos en garantizar que el repunte de la economía —que ya experimenta un desempeño positivo— sea sostenido y que ese repunte derive en mejor calidad de vida, especialmente para los más humildes.
Es la hora de diluir las fronteras entre oficialismo y oposición para que, sin mezquindades, unos y otros apostemos al éxito común.
Es la hora de marchar de la mano exigiendo que se levante, sin condiciones, el cerco que nos atenaza, que las sanciones unilaterales extranjeras queden atrás.
En palabras de El libertador en su lecho de muerte: “Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno, para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales”.
Nicolás Maduro Moros es el presidente legítimo, como legítimos son los centenares de electos en los procesos recientes: nos corresponde apoyarles porque sus logros serán los del pueblo venezolano.
Años atrás, juramentándome como gobernador, pronuncié una frase que no olvido y en la cual creo a rajatabla: “Siendo un solo pueblo, debemos ser un solo gobierno”, y ese es un mensaje que con humildad hago llegar a quienes hoy, en distintas instancias, son depositarios de la fe popular.
Por delante tenemos cuatro años para que el liderazgo regional y municipal, cinco el nacional, vuelva a batirse por cosechar el favor de las mayorías y seguramente no existirá mejor modo de lograrlo que volcándonos a servir.
Nadie puede quedar al margen en la inmensa tarea que tenemos por delante: trabajadores, emprendedores y empresarios, estudiantes y educadores, campesinos y productores del campo, cultores, deportistas, profesionales, mujeres y hombres de bien, debemos incorporarnos con entusiasmo.
Enterremos las diferencias, qué decir de los odios: ¡Vamos a trabajar juntos por Venezuela!
Por Luis Eduardo Martínez
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